miércoles, 17 de agosto de 2011

un tren con destino a casa

Esta vez, la forma de preparar la mochila hacia ver que el fin de viaje estaba cerca, esto abajo que ya no me lo voy a poner, el  proximo año llevare menos ropa, dejo la chaqueta arriba para el avión..... o noooo, terribles palabras. Avión, pero avión de vuelta, este es el momento en el que te planteas que esto está a punto terminar. Esa tarde esperamos un poco más melancólicos el tren que nos llevaba a Delhi, último tren, último destino en la India.
Ya a punto de llegar el tren la presencia de policías armados por el andén con perros olisqueando las maletas nos alarmo un poco. Personal con espejos de estos para mirar los bajos y agentes comprobando todas las papeleras no nos tranquilizo mucho. Subimos a nuestro vagón, jeje, esta vez un lujazo, 1º clase para terminar la excursión. Localizamos nuestro compartimento (ahora ya somos unos profesionales moviéndonos por los trenes indios) y sorpresa, un compartimento privado de 2 plazas. El último trayecto nos iba a dejar un buen sabor de boca.
Colocamos nuestras mochilas y vimos pasar de nuevo al perro olfateando, pero esta vez dentro del vagón. Un poco paranoicos miramos debajo de los asientos y en el armario por si alguien había dejado olvidado algún paquete. Nunca se sabe, hay gente muy despistada.
El penúltimo día en Delhi aprovechamos para hacer compras en el bazar, todo por las proximidades del hotel, nos apetecía un día tranquilo, desayuno de esos tardíos, paseo, comida y siesta. Durante el paseo nos encontramos con un rick shaw que conducía un chófer con turbante muy salao que ya nos llevo en nuestra primera visita a Delhi. El tipo nos pregunto, que de compras, pues si mira, aquí andamos, ala montar que os voy yo a llevar a un sitio cojonudo. De estas veces que ves la liada pero te dejas llevar y te montas pensando a ver si esto de verdad termina en las 5 rupis que dice. El tío fue de lo más legal, nos llevo a tiendas pichis de la zona, pero eran bastante caras. Salimos y le dijimos que naa y que ya nos buscábamos la vida para volver, el hombrecico se ofreció a llevarnos de vuelta porque la zona donde estábamos era peligrosa. Al llegar, no teníamos billete pequeño para pagarle y nos regalo la carrera. En ocasiones pecamos de un excesivo recelo.
  



Con legañas del siestorro fuimos a inspeccionar hasta el último puesto del Pahargan con toda la pachorra del mundo y después a cenar (todo el día en un pienso). Subimos a la azotea de un restaurante y faltando a mi palabra me pedí otra cerveza. El sitio estaba genial, música en directo, no es penséis que nada regional, un muchacho guitarra en mano haciendo versiones de los rollings. En la mesa de al lado teníamos a un mallorquín con el que terminamos cenando, un tío muy majete, del que no sabemos más que su nombre, Cristian. Un rato de amena tertulia nos llevo a las 11 de la noche y eso es tarde para la India. De vuelta al hotel nos encontramos un ambiente algo más inquietante que al que estábamos acostumbrados durante el día, pero el hotel estaba cerca, así que sin problemas, un rato de wifi y a dormir.

My life is my message (M.K. Gandhi)

El otro día en Varnasi, leímos en un articulo en un periódico local que hablaba sobre que el incremento en los niveles de seguridad en la India, porque los servicios de inteligencia esperaban un atentado de al qaeda. Después del acojone con los perros antiexplosivos en el tren comentamos el no hacer mucho turismo por delhi por no arriesgar. El segundo y último día de estancia aquí nos decidimos (en vista de la aparente tranquilidad la zona de Pahargan, donde estábamos alojados) ir a visitar el lugar donde mataron a Gandhi y después a la mezquita. Pensamos que en una mezquita no pondrían una bomba, no?. Tiene su lógica, aunque lógica y terrorismo no van nunca de la mano. 
Nuria muy previsora se preparo adecuadamente para entrar al lugar de culto. Pantalones largos, camiseta cuello cerrado de manga larga y hasta su pañuelo para la cabeza. Después de visitar el museo de Gandhi y leer algo de su historia, nos fuimos a la mezquita. En la puerta dejamos nuestro calzado en un montón de zapatos, con el deseo de encontrarlos al salir. Al entrar le ponen a Nuria una toga de colores muy piojosa y fea, con toda razón pasa de la toga y la deja al despiste. Una loca sale bufando con la bata detrás de ella para que se la ponga. A regañadientes se la pone diciendo, me la pongo, pero nanai, a esta yo no de doy yo una rupia y al de los zapatos tampoco. La visita duro escasos 10 minutos ya que el lugar tampoco es que sea de un gran interés y como podéis adivinar los paisanos se quedaron sin rupis. Durante nuestro recorrido vimos que en verdad la seguridad había aumentado, los monumentos, paradas de metros y estaciones estaban entre acordonadas y atrincherados, la policía se hacía bastante evidente en toda la ciudad. Al ver esto se supone que tendrías que estar más tranquilo, más control - menos riesgo, aunque el efecto es el contrario.




Lo mejor de la mañana fue circular un domingo por esta ciudad, sin apenas tráfico, sin ese extraño dialecto a base de pitidos que utilizan para circular, conociendo otra versión de la ajetreada Delhi.  Unas pakoras y un dall dieron por terminadas nuestras andanzas dejandonos


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